Escritos Una experiencia de maternidad
La maternidad desde mi vivencia es una experiencia que renace y otorga lugar e importancia al sentido y las prácticas que cada vez pierden vigencia en el contexto actual, por esta razón señalo que desde mi historia, he venido acompañada de prácticas, rituales que construyen un sentido sobre el valor de ser mujer, de ser madre, reafirmado en la construcción del vínculo que se teje en todas mis relaciones, tanto a nivel personal, familiar, laboral y espiritual.
Para destacar un aspecto relevante de mi crianza diré que tiene sus orígenes en el Huila, retoma elementos vitales que son olvidados en la contemporaneidad, como el cuidado en la dieta de la madre que acaba de dar a luz, esta va acompañada de los baños de hierbas que se hacen los primeros 40 días, concluyendo con un ritual llamado “baño de asiento” con la intención de que el cuerpo y el útero se fortalezcan, recuperen su debilidad para que la madre pueda alimentar y apoyar la crianza de su hijo de una manera sana. La toma de aromáticas diarias para que se aumente la producción de leche es algo rutinario, entre estas se conocen hierbas como el hinojo y la bebida de aguapanela que en los contextos rurales no puede faltar. El bebé que llega al mundo, es recibido con la ilusión, la esperanza y el amor de que crezca fuerte, se alimente y duerma bien; se trata con todos los cuidados sin desconocer que es bastante fuerte y se termina adaptando a los contextos de vida en los que crece, el uso del botón con microporo antes de que su ombligo caiga es una estrategia que se considera bastante útil para la prevención de hernias.
Normalmente se busca que la lactancia se prolongue hasta incluso los dos años, pero así mismo se prioriza la independencia, el cuidado y el amor y respeto en la relación adulto-niño, hay una comprensión de que el niño se hace más fuerte y recibe defensas cuando se expone a la tierra, al campo en su exploración de una manera abierta y sin tantos temores. El rol de madre frente a la compañía y construcción de vínculo en los primeros años es sumamente trascendente, por tanto desde que exista la posibilidad de ofrecer tiempo de calidad, de acompañar, de guiar, de jugar, de explorar y recordar nuestra infancia mientras acudimos a una crianza de respeto, amor y compresión estaremos construyendo las experiencias más sólidas para la formación de nuestros niños.
Reconozco que como elección de vida que hacemos las mujeres el ser madres o no, merecemos ser igualmente valoradas y no enjuiciadas por quien decide lo uno o lo otro, pues son roles de suma valentía, creo que lo importante es sentirnos a gusto con cada acción y experiencia vivida, en mi caso he tratado de dar lugar vital al hecho de acunar una vida en mi vientre y fuera de él, pues el nacimiento concretamente, es un acto profundamente renacentista en el que morimos a nuestros placeres y comodidades venciendo el temor de la muerte y del sufrimiento que conllevan nuestro cuerpo y mente para acoger una nueva vida en nuestro brazos, que sin dimensionarlo terminará transformando nuestro mundo y sacando lo mejor de cada una, aunque algunas veces fallemos en el intento, por eso creo que me he sumado a un acto valeroso que enfrenta cotidianamente los miedos e imaginarios de una sociedad para llevar adelante esta misión, sin formalismos, ni recetas, solo con la certeza del amor triunfante sobre el egoísmo y el reflejo de la alegría, asombro y la esperanza que calma todos los llantos en los ojos de mi pequeña, con cada comida preparada, con cada beso y abrazo soñado, con cada ronda cantada, con cada trasnochada, con cada juego explorado, con cada cuento recitado, con cada baile disfrutado y con cada gesto que calma, perdona y acompaña sin condición, se va transformando mi experiencia y la de ella en su camino de exploración y transformación sobre el mundo.