Escritos Escolarizar o desescolarizar tras la pandemía: ¿enfrentan las escuelas una crisis?
La pandemia instaló nuevas formas de aprender, de enseñar y de adaptarnos a las rutinas escolares desde la virtualidad, muchos niños y familias asumieron el aprendizaje activamente y algunos se acoplaron a las clases e interacciones por medio de una pantalla, de plataformas y talleres desarrolladas desde sus casas, otros muy afortunados contaron con el acompañamiento de sus padres o cuidadores mientras que muchos han tenido que enfrentarse a un proceso de aprendizaje solos porque las jornadas laborales, espacios y acompañamientos de los adultos es limitado.
Últimamente hemos escuchado tanto de Jardines públicos como privados, una baja tasa de ingreso al retorno de la escolaridad presencial, en muchos casos hay niños y familias que no se han matriculado, ¿Tendrá alguna relación el desencanto con la educación tradicional y las formas de enseñanza?. Hemos considerado algunas hipótesis que podrían dar sentido y comprender las razones por las que se ha llegado a la desescolarización notoria en las instituciones escolares durante este comienzo de año.
La crisis de un modelo de educación tradicional que no se adapta a los cambios, necesidades y experiencias sociales y culturales de las infancias del S.XXI
Aunque este tiempo puso de frente el uso de la tecnología y la relación con los medios digitales para el aprendizaje, considero que acentúo las brechas entre la cultura digital y la escuela, si bien la escuela tuvo que ampliar su paradigma de enseñanza-aprendizaje y reconocer el cambio generacional mediático por la virtualidad a la que se vio volcada prontamente, tuvo dos opciones para enfrentarlo: crear resistencia al uso de los medios y plataformas digitales para el aprendizaje y continuar con el mismo modelo tradicional donde el docente expone, dicta e imparte un saber haciendo uso de los tableros o pantallas digitales para que los estudiantes copien e incorporen el saber de forma casi que pasiva. O por el contrario cuestionar el uso de internet y de los medios no solo como herramientas para consumidores pasivos del contenido alojado en la web, tratando de entender y criticar los medios digitales, pues no son neutros, ni su uso debe ser exclusivamente instrumental, antes es necesario reconocer el cambio de las experiencias sociales y culturales que ha marcado la emergencia de una infancia totalmente diferente a la de hace unos años.
Por eso creo que el reto de la escuela como institución social, implica una responsabilidad para la educación del S XXI, en no solo ver lo tecnológico como una herramienta sino comprender lo que hay detrás de los contenidos, plataformas digitales y tecnológicas y poner al estudiante en una posición activa, creativa y propositiva en la construcción del conocimiento contrario a la pasividad y aburrimiento con el que muchos estudiantes llegan a asumir la educación tradicional, pues el aprendizaje hoy en día está atravesado por los medios y la cultura digital en la que se han inmerso la mayoría de niños y jóvenes de forma consumista y a la cual los adultos, docentes e instituciones se resisten a comprender de forma empática, creando siempre una brecha con la cultura digital y tecnológica la cual es necesaria romper para proponer nuevas formas de acceso al conocimiento.
La emergencia de nuevas formas de enseñanza-aprendizaje fuera de la escuela y al alcance de todos
Junto con la virtualidad llegaron diversidad de propuestas educativas de homeschooling que combinaron, estrategias y metodologías de aprendizajes un tanto más flexibles, algunas personalizadas haciendo de la experiencia del hogar un laboratorio de aprendizaje, pues más allá de la rutina escolar tradicional donde el niño se conectaba por alguna plataforma junto a sus compañeros a recibir la clase que imparte el docente en muchos casos con los micrófonos silenciados hasta su turno de exponer, preguntar o dar su opinión y escuchar los contenidos curriculares que se transmitían de igual forma que en la presencialidad.
Estas propuestas alternativas dieron centralidad a la vivencia y contexto cotidiano del estudiante, reconociendo los intereses y necesidades que muchas veces son invisibilizados desde un modelo tradicional. Aunque claramente muchos tipos de homeschooling se orientan por el contenido del pensum escolar, no existe tanta rigidez, lo que promueve la curiosidad guiada con la libertad del estudiante en un modelo de enseñanza experiencial que busca en su centralidad fortalecer habilidades, talentos desde la autonomía y que por supuesto motiva el aprendizaje autodidacta en los niños.
Las formas de enseñanza-aprendizaje a lo largo de estos dos años, también transformaron las rutinas diarias de los niños, ya que la cuarentena permitió que los tiempos de sueño se extendieran y los horarios escolares empezaran un poco más tarde al no tener que desplazarse a los centros educativos, esto tuvo sus efectos positivos y negativos para muchas familias pues combinar las jornadas labores junto con la educación de los hijos en casa fue todo un reto, sin embargo si le preguntamos a los niños que fue lo mejor de la cuarentena muchos responderán que no tener que madrugar tanto para ir a sus colegios y es que los horarios y rutinas extenuantes a los que se someten muchos niños para asistir al colegio son agobiantes, no solo por los tiempos de desplazamiento si no por el nivel de exigencia que además se debe cumplir con responsabilidades y tareas cuando se llega a la casa. Poniéndonos en el lugar de los niños que duran gran parte de su día en una ruta o trayecto escolar, entenderíamos porque ir al colegio resulta agotador y a veces aburrido ya que al final del día muchas veces no queda tiempo para practicar hobbies o actividades que les apasionan.
El miedo a la enfermedad y la muerte ante un panorama de bioseguridad incierto que tienen muchas instituciones
Hay un tema tabú para la sociedad y que la pandemia puso de frente, es la muerte, como relacionarnos con una experiencia que ni siquiera sabemos cómo nombrarla, enfrentarla cuando es vivida por las familias, los niños sin ninguna herramienta, recursos de apoyo que permitan comprenderla como un acontecimiento inevitable, parte de la vida y quizás abordado desde el miedo, el ocultamiento o la tristeza que trae.
No obstante cuando llega la enfermedad y la muerte a la familia de un niño es cuando más la escuela debería asumir una mirada comprensiva del proceso y del duelo que vivirá el niño, por eso es fundamental el acompañamiento desde muy temprano en el desarrollo de la inteligencia emocional, y aunque es comprensible el querer evitar y ocultar todo tema relacionado con la muerte tanto en el contexto familiar y escolar termina siendo muy dañino para la salud mental de la infancia.
Por el contrario enfrentarnos a tratar la muerte desde su significado e implicación, no como el fin de la vida del doliente si no como un proceso de dolor, pero también de cambio y aprendizaje que forma parte de la vida se posibilita la construcción de sentidos y la resignificación que los niños pueden hacer a la experiencia de ausencia, pérdida y dolor comprendiendo que la muerte es un proceso natural que todos viviremos en algún momento, que la vida es un constante cambio y claramente nos enfrentaremos a situaciones de tristeza, angustia y dolor profundo así como la alegría, la calma también hacen parte de nuestra vida.
Sumado a lo anterior, encontramos que las condiciones institucionales para evitar la propagación y el contagio del virus son muy precarios especialmente en las escuelas públicas, que muchas veces no cuentan con zonas ventiladas para el número de niños que reciben todos los días, los baños y sistemas de acueducto y aseo son limitados y los protocolos para el control de síntomas presentados son muy flexibles, esto acrecienta el miedo y la desconfianza de las familias que prefieren no arriesgar su salud y exponerse a la enfermedad y más para quienes han vivido estados críticos de salud llegando a enfrentar la muerte.
Todos estos aspectos mencionados influyen al momento de decidir el tipo de educación que quieren los padres para sus hijos tras la pandemia y el retorno a la presencialidad, la intención no es indicar qué método de educación es mejor que otro ya que existen diversidad de niños y por ello formas de aprender. Lo que sí interesa revelar es la necesidad de dar un giro a la enseñanza en el S.XXI y no olvidar que independientemente del tipo de educación que prefieran los padres no hay que dejar a los niños y jóvenes por fuera del proceso educativo, la educación es un derecho y que sean ellos los protagonistas lo es aún más, por esta razón negar la posibilidad de que las infancias tengan experiencias educativas gratificantes y significativas, donde descubran el amor por aprender si es una gran falencia que hay que transformar.